El pueblo estadounidense se pronunció en las urnas y eligió a su 45° presidente.
Me cuesta encontrar puntos de coincidencia con Donald Trump, aunque las críticas a la globalización son preocupaciones que compartimos. Pat Buchanan decía —correctamente— que no hay nada más antinorteamericano que el libre comercio. Y yo lo escribí hace casi una década: la globalización neoliberal durará lo que duren los beneficios para EEUU.
Esa es una de las razones del triunfo de Trump: ese EEUU profundo, el de los pequeños empresarios y trabajadores blue-collar afectados por la globalización y deslocalización de las empresas, y que no son noticia en los medios de comunicación, donde aparecen tan solo los intereses del capital trasnacional.
Precisamente uno de los grandes derrotados en esta contienda han sido esos medios de comunicación, demostrándose una vez más que la opinión pública, fundamental para construir democracia, no es la opinión publicada, la cual podría destruir esa democracia.
Es un voto de rebeldía contra el “establishment”, contra una clase política que solo se representa y se habla a sí misma. Cuando se está harto de lo mismo, se vota por el cambio, sin importar qué cambio.
Nuestro abrazo a Hillary Clinton, extraordinaria mujer a la que apreciamos sobremanera. Pasé años muy felices estudiando en EEUU durante el gobierno de Bill.
Se dice que la democracia estadounidense es la más antigua del mundo, pero inicialmente el sufragio estaba reservado para hombres ricos y blancos, mientras que los afroaestadounidenses fueron esclavizados hasta un siglo después, para luego continuar sometidos a un brutal racismo y segregación durante otro siglo más.
Hoy nos encontramos ante una paradoja similar en América Latina. Al igual que los Padres Fundadores de Estados Unidos que predicaban la igualdad pero eran dueños de esclavos, las élites latinoamericanas que hablan de democracia y libertad han excluido y marginado a la mayor parte de la población. Contra eso luchamos los gobiernos progresistas de la región.
América Latina, como dice el prócer uruguayo José Gervasio Artigas, tiene que marchar con sus propios pies. Como región independiente debe ser cada vez más autónoma de quien gobierne o no en otros países.
El mundo del futuro será un mundo de bloques, por eso hay que consolidar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) y utilizar la OEA —totalmente bajo la hegemonía norteamericana—, para, como bloque, procesar nuestros conflictos con América del Norte, especialmente los relacionados con los derechos humanos, con énfasis en los de los migrantes; la lucha contra el cambio climático; y lo innecesario de un “policía mundial” que nadie ha requerido.
“Todos los hombres son creados iguales, son dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. En Ecuador y en toda América Latina, también sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas, y hay que hacerlas realidad no solo para ciertas personas o en algún momento en el futuro, sino ahora y para todos.
A estas alturas de mi vida, mis convicciones no van a cambiar en función de la victoria de un candidato, o por un discurso bonito después de actitudes terribles. No comparto ni la ideología ni los valores que representa Donald Trump. En lo personal, jamás tendría como amigo a alguien así, pero somos respetuosos de las decisiones soberanas de todas las naciones, y por ello le deseamos el mayor de los éxitos, para el bien del pueblo estadounidense.
Publicado en UNIVISION Noticias.